Izamal encuentro con la historia: 3ºprt.
- noox CDMX
- 24 nov 2015
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La calle del Arco:
Sale de nuestra plaza principal por el Oriente, hoy calle 31, que es el principio de la carretera que conduce a los pueblos de Tunkás y Cenotillo, se encuentra un arco de mampostería aparentemente de construcción posterior al convento franciscano en cuyo lado norte se apoya uno de los pies. El otro pie fue construido con un muro de bastante espesor, aún cuando no eso no se ve con facilidad por haber quedado incluido en las casas que posteriormente se hicieron en ese lado de la plaza.
En el año de 1557, todavía en plena construcción el convento franciscano, pues se comenzó en 1553 y se terminó el templo y anexo en 156, Fray Diego de Landa, padre guardián del mismo, a petición de la población indígena de Izamal, hizo viaje a la ciudad de Guatemala para que ahí, por encargo especial se hiciera una imagen de la virgen, pues en esa ciudad había muchos “imagineros”.
Hecho esto volvió con tan precioso encargo. Solo que en traer una imagen, trajo dos idénticas por encargo de Misioneros de San Francisco de Mérida, lugar donde quedó una y la otra fue traída a Izamal.
Pero esto último despertó el interés de los españoles, que eligiendo lo más granado de los conquistadores, se habían avecindado en la villa de Valladolid.
Teniendo en cuenta la hermosura de la Virgen traída a Izamal, empezaron a importunar al Obispo de la provincia con la petición de que , Izamal, un pueblo de indios, no se merecía tener una imagen tan bella. Así pedían que ésta fuera trasladada al convento de Sisal en Valladolid, pues siendo la población de más españoles, merecía esta imagen.
Cierto día, se vio entrar a la población de Izamal, por el camino de Mérida, una cabalgata imponente de más de veinte españoles, haciendo caracolear sus bellos animales enjaezados como si fueran a una fiesta y acompañados de numeroso séquito de servidumbre de indios que venían a pie. Al llegar a la entrada del convento pusieron pie a tierra y en forma bien ordenada hicieron su entrada.
Este grupo de españoles venía encabezada por Don Juan Manuel de Santillana, ex soldado, que se había distinguido durante la conquista por su carácter obstinado, pues tenía fama de que todo lo que iniciaba lo llevaba a feliz término. Tal vez por eso fue nombrado para comandar este grupo y no fracasar en la intención que traían.
Las consternación fue general al extenderse esta noticia entre la multitud congregada, empezando ésta a protestar para no permitir que su Virgen fuera sacada de Izamal, pero el Padre Guardián les habló haciéndoles ver que era un mandato del Señor Obispo y que no debería de desobedecerse. También les dijo que no se alborotasen y que respetasen la voluntad divina.
Mientras esto sucedía Don Juan Manuel de Santillana había mandado colocar la imagen en una caja de madera bien protegida por dentro y aprovechando que las palabras del Padre Guardián habían conseguido sosegar a la multitud, hizo cargar la caja por cuarenta indios que para el efecto había traído de Valladolid y mandado a los veinte españoles montaran sus cabalgaduras, rodearon al grupo de indios como si escoltasen emprendiendo la marcha desde la rampa Norte del Convento por la calle donde hoy está el Arco.
Mientras tanto la población de Izamal llenaba la extensa plaza, unos orando, otros sollozando para despedir a su querida Virgen. Desde la parte superior de esta rampa el Padre Guardián elevando su voz dijo:
-No lloréis y que se haga la voluntad divina. Un murmullo que fue cada vez en crescendo se escuchó por la amplia plaza.
-No nos abandonéis, Virgen Santísima.
Era la petición general, repetida sin cesar por la multitud. Ya el grupo salía de la extensa plaza por el lado Oriente, mientras el Padre Guardián y la multitud repetían sus ruegos.
-No lloréis, y que se haga la voluntad divina.
Y la gente congregada en la plaza en la plaza rogaba:
-No nos abandonéis Virgen Santísima.
Al salir de la plaza el grupo de españoles, precisamente donde se encuentra el Arco mencionado, las piernas de los cuarenta indios se doblaron, como si el peso que llevaban se hubiera centuplicado en ese instante, obligándolos a asentar su carga en el suelo. Don Juan Manuel se acercó a ellos instándolos a continuar su camino, pero por más esfuerzos que hicieron los cargadores, no consiguieron levantar del suelo, ni un milímetro, su preciosa carga.
El pueblo y el Padre Guardián repetían sin cesar y a gritos ya, su petición, y Don Juan Manuel dominando con su vozarrón de soldado todo ese ruido exclamó:
-Venid compañeros, que lo que no pueden levantar cuarenta indios, lo levantarán veinte españoles. Apeándose éstos de sus cabalgaduras quitaron a los indios que agarraban las andas y echándole mano a éstas, se inclinaron en un supremo esfuerzo por levantar la caja, pero ¡Oh!, por más que intentaron fue imposible levantarla, era como si se encontrara empotrada en el mismo suelo.
El pueblo al ver esto empezó a gritar de alegría:
-¡Milagro! ¡Milagro! Nuestra Virgen no quiere irse de nosotros. Una palidez de temor y respeto cubrió los rostros de los españoles y entonces Don Juan Manuel DE Santillana, acercándose al Padre Guardián que no dejaba de repetir su ruego a la multitud se postró de rodillas ante él y dijo:
-Padre Guardián desistimos de nuestro empeño, respetaremos la voluntad divina.
Gritos de alegría salieron de la multitud y adelantándose cuarenta indios de la población de Izamal ¡Ahora sí! Levantaron con toda facilidad la caja con la imagen y la regresaron al Convento, LES HABÍA DEMOSTRADO CON TODA CLARIDAD QUE QUERÍA QUUEDARSE ENTRE ELLOS.
Al día siguiente a petición del Padre Guardián y el pueblo de Izamal, comenzó la construcción de un Arco que simbolizara el milagroso suceso y…fue tal el empeño puesto en la obra que en tres días fue construido en el mismo lugar donde hasta hoy existe y se puede ver y comprobar como un recuerdo de este suceso, milagroso y legendario.
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